jueves, 30 de junio de 2011

¡La propinaza!

Esa lámpara daba en su cara. No de lleno, no con burda violencia lumínica. Daba armoniosa, con suaves sombras que destacaban lo mejor de sus rasgos.

El disco que sonó durante la cena es del todo bueno. ¡Composiciones excepcionales ponían ritmo a sus pastosas palabras. Las hacían sonar livianas, planeadoras.

La comida salió pero estupenda. Los detalles se organizaron y expusieron de los platos la mejor combinación, llevándolos a la cornisa de lo que se puede.

Yo los atendí en sintonía con semejante hilación de aciertos. Cada intervención fue justa, deslizando platos, copas y cubiertos arriba de la mesa como si fina capa de aceite tuviesen en sus puntos de apoyo. Panera y manteca en el centro. Y el vino. ¡Cómo descorché ese vino! ¡Vinieron los dioses a darme todo el talento del más experimentado mozo! Y lo más doloroso: les serví un los páramos merlo(t). Uno de los más particulares vinos de esa bodega fantasmal.


Extraño arrime a la idea de perfección el de ese servicio. Extraña superación de todas las circunstancias.

Cuando salieron a la calle, el muchacho me miró fijo guiñando un ojo. Ojo que se refería con claridad a la propina que había dejado. (Ojo con el manojo de billetes que encontraría, pues, al cabo de un tiempo, en el aire se desharía, y la idea de perfección en la cara se me reiría, abismándose del salón, materializada desmaterializada, en tan particulares billetes).

En la mesa encontré quinientos pesos. Exagerada retribución a un servicio histórico. Del asombro se me cayeron tres dientes y del asombro tan rápido volvieron a colocarse, confundiéndose de lugar el canino y el premolar, dejándome gran modificación (d y m)ental.

Dejé la propinaza en la canastita de la, generalmente, propina o propinita. Atravesé el salón conteniendo el rostro verdadero de mi excitación hasta cruzar las puertas de la cocina, espacio en que solté los gestos, que desprolijamente se movieron para dar lugar, ahora sí, a la genuina cara que tal asombro alimentó. Le conté de la propinaza al cocinero, que de espaldas preparaba una salsa humeante, y vuelta se dió con exultantes gestos alimentados también por el asombro. Movía los hombros riendo bajo. (Es que el cliente había dejado, reconociendo la calidad del servicio, en bolsillo de los empleados, el 146% de lo gastado). Al hombreante cocinero le correspondía el 20% de la propinaza: 120 pesos.

Los dos, sin decirnos nada, contamos con los pies, ¡a la u, a la do, a la un, dos, tres!, la canción de la propina inesperada:

Canción de la propina inesperada.

hoy a la noche,
karina,
alguien soltouna
propina
que con
suactitud
no iba

coro:
que con
suactitud
no iba.

hoy a la noche
propina
alguien soltouna
karina
que con
suactitud
no iba

coro:
que con
suactitud
no iba.

todo a coro:
perdonaraaaaaas
¡karina!
nueeestraa confusión
¡propina!
es la emocióooon
¡divina!
por la inesperada
¡propina, karina!
por la inesperada
¡karina, propina!
por la inesperaaaadaaaa
ada ada ada ada adaaaa
ada ada adaaaaaaaaaa
proooooopiiiiikkkaaar
iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
naaaaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaa
aaaaaaaaa
aaaaaaaa
aaaaaaa
aaaaaa
aaaaa
aaaa
aaa
aa
a
.


Terminamos parados sobre una de las mesadas, usando, él un mortero, yo una cuchara sopera, como imaginarios micrófonos. Bajamos al piso y seguimos con nuestras labores.

Al cocinero le alcancé su porcentaje de la propinaza en mi siguiente entrada a la cocina. Lo guardó en el bolsillo ubicado sobre la latitud del corazón.

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PARATE

Para aclarar por dónde entra la correntada emocional (con posterior corta exposición sobre la relación con los pesos y su relativo peso, a modo de consejo):
la propina es dinero, sí. Es dinero en el que se expresa el reconocimiento de las cualidades del servicio. (Servicio dotado, en nuestro caso, de todas las ganas y capacidades circunstanciales). Es un piropo en pesos. Pesos que le quitan a uno el peso de tener que andar justo. Pesos que alivianan. Vean lo contradictoria y cierta que es esta afirmación. Pesos que permiten hacer de ellos una transformación en eso que uno quiere brindarle a otro o a sí mismo. Lo que vuelve más contradictoria la afirmación es lo sujeta que está a las palabras que la rodean en lo inmediato. Es que cuando gustan a uno de más los pesos, comienzan a agregarle a uno el peso de lo que puede volverse karma. Mal de nuestros tiempos. Afa(m y n)ado consumo. Con sumo cuidado consuma, amigo. Que no lo consuma el consumo. Que los pesos alivianen, no pesen. Pese al bombardeo del medio, no sucumba. No muera en vida amigo, ¡aliviánese, aliviánese! Viva liviano, busque la forma. Quítese peso, quíteselo, que en el mar de la experiencia, andar pesado vuelve a uno más hundible.

Para aclarar en particular la correntada relatada:
yo quería, con la propina obtenida, comprarle a mi amada mucho flan y dulce de leche. Para endulzarla aún más. Quería que lo comamos de tarde entre los pastos del jardín de su casa.
El cocinero quería comprarse una guitarra para guitarrear la noche. Así me lo dijo: "Quiero una guitarra que suene en la oscuridad de lo verdaderamente oscuro. La oscuridad del departamento es artificial. Depende de artificial luz. Yo quiero oscuridad de esa que no sabemos de dónde viene. De la nocturna. Que depende del astro hornalla. Y en ella hacer sonar las cuerdas de mi guitarra." Con esos 120 alivianadores pesos, podría comprar su guitarra y en pocas horas llevar a cabo tan romántico plan.

FIN DEL PARATE
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Al cocinero le alcancé su porcentaje de la propinaza en mi siguiente entrada a la cocina. Lo guardó en el bolsillo ubicado sobre la latitud del corazón. Latitud que, creía, marcaba el tempo de las canciones que compondría oscuro. Latitud que marchaba hacia el parcial deshacerse de la guitarra y de las canciones pero nunca de la noche.

Seguí caminando el salón con el rostro ya estable en una insinuada sonrisa, en una mirada serena, cuando, de pronto, un grito emergió con fuerza de la cocina. Uno y dos y tres gritos. Y un cuarto más débil y un quinto y un comienzo de llanto, y un llanto. Y un no, y otro no. Y un mi guita(rra). Entré corriendo, sin importarme los clientes. Adentro, el cocinero vestía una toga, ¡lo juro!, y unos coturnos, ¡lo juro! Y los billetes se deshacían en el aire. Se deshacían materia para hacerse inmateria. ¡La propinaza!

Corrí hasta la canastita, busqué entre la propina y la propinita, pero ya no estaba. ¡Habíase deshecho! ¡La propinaza! Al exclamar un grito fuerte, fuertísimo, me vi vestido, ¡lo juro!, con toga y coturnos, ¡juro y vuelvo a jurarlo!, me tiré en el piso. El flan, el dulce de leche, el endulzamiento de mi dulce amada, se habían deshecho con el hacerse inmateria de la propinaza.

Mi jefa, que permanecía parada atrás del mostrador, dejó su puesto para alcanzarme y pedirme que me meta en la cocina y que no salga, que mi turno había terminado y que me saque los coturnos y la toga. Muy comprensiva fue. Me lo dijo sin enojo, mientras se encargaba ella misma de ir a buscar los hinojos que esperaban pacientes en la mesa tres.

Lloramos con el cocinero mientras nos sacamos las togas y los coturnos, usando la cocina como vestuario. Entró la jefa con los uniformes de trabajo que colgaban de las perchas ubicadas en el baño del personal. Desmaterialización, materialización. Traslación en el espacio.

Hicimos de cuenta que el episodio de las vestiduras no tenía importancia. Mejor dicho, sentimos de cuenta. Casi no fue percibido. Como un roce. Un hecho que en cualquier otra situación hubiese tenido un protagonismo total. Un hecho fuera de toda comprensión, conductor de una crisis que probablemente pondría en juego todas las concepciones mías, del cocinero, de mi jefa y de todos los clientes, tapado por otro hecho conductor de una crisis que puso en juego todas las concepciones mías y del cocinero, y, si se hubieran enterado, problablemente de mi jefa y de todos los clientes también, con el añadido poder de la temporaria ilusión de un atisbo a la idea de perfección, mío y probablemente del cocinero, de mi jefa y de todos los clientes comprendedores de la complejidad de ese particular servicio.

Con los uniformes puestos, nos pusimos a hacer la bacha. Yo lavando platos, copas y cubiertos, él, sus herramientas de cocina. Pensativos y automáticos lavamos y lavamos. Y lavamos y lavamos. Hasta que en determinado momento, él inicio un diálogo y yo lo seguí:

- Vi a la propinaza perder todo y dejar de ser propinaza. Y me vi a mi no verme en lo negro de la noche. Me vi escucharme guitarreando. Y me vi no ver negro para mirar. Y me vi no escucharme guitarreando.

- Yo también te vi y después no, y a mi amada vi con cara de asombro endulzándose aún más, y luego vi no endulzándose aún más. La vi sonriendo con el equilibrado dulzor que me enamoró.

- Me dijiste que te guiñó el ojo.

- Sí.

- Te lo guiñó diciendo: "Vas a ver con la que te encontrás, mozito. Propinaza temporaria. Temporaria ilusión."

- Y yo pensé que me lo había guiñado diciendo: "Estuviste bien, campeón, traduje mi reconocimiento a livianos billetes y los acosté en la mesa."

- Qué confusión. Qué inmensa distancia entre una significación y la otra.

- Muy grande.

- ¿Y la plata con la que el cliente pagó la cuenta?

- No se deshizo. Solo la propinaza.

- ¡Qué mala intención! Escucho sonar mi decepción en la noche.

- ¡Qué mala intención! Degusto flanes de tristeza con cucharadas de desconcierto.

- Entonces el cliente separó los billetes que se deshacen de los que no, con unos compuso la propinaza y con los otros pagó lo consumido.

- Sí.

- No cometió ilicito legal, mas sí emocional...

- ...y nosotros somos las víctimas.

- ¿Por qué lo habrá hecho?

- Quizá para impresionar a sus acompañantes...

- ...sin dejarse afectar por el daño a nosotros causado. Sin saber en qué hubiesemos transformado una efectiva, constante y duradera propinaza.

- Cuánta desconsideración...

- ...cuánta...

- ...tanta.

- Tendrá un científico loco amigo para acceder a tales billetes.

- Ha de tenerlo.

- Un científico loco amigo que comparte con sus amigos los experimentos para que se diviertan.

- Ha de tenerlo.

- No lo sabemos pero lo suponemos.

- Vos lo suponés y yo te sigo, porque esa es hasta ahora la mejor suposición.

- A mí me gustaría oír su posición.

- Mi posición no se oye. Mi posición se ve. Y, como podrás ver, estoy precisamente al lado tuyo.

- Coincido. ¿Y tu suposición?

- Nada supongo. Afirmo en pleno dolor: me hubiera gustado propinarle una efectiva cantidad de golpes al jetón que me decepcionó con gusto a flan, que me hizo sentir un atisbo a la idea de perfección.

- Una efectiva propinaza de golpes al jetón amigo de científico loco irresponsable y cínico.

- Bien dicho, compañero.


Telón.

,nda(nta)

al querer comunicarle al cocinero
lo que el cliente había pedido,
la comanda dijo lo que dijo
y nos dejó silenciosos.

"¡sigamos,
sigamos
a la comanda,
que entre signos
de pregunta
tajearemos
nuestra pereza
afectiva!",

pronunció
uno y todos
aplaudimos.



contigo,
comandanta,

hasta la
incerteza,
siempre.


domingo, 26 de junio de 2011

Los versos etilizados

los que
vienen
abajo
en posi
ción

arriba
en arbi
traria
inver
sión
de
po
si
ci
(oiga
¡crack!
la sílaba
romperse)
ón


son
versos
que están
en pedo.


atem
porales
versos
etili
zados.



1.
esta es la historia
de un borracho
que emborracha
la sobria
mirada
de su
acompañante

lo hace
desarmar el mundo
los colores los brillos
la contensión

percibirlo
caótico
a él
como parte
inseparable
y no como
exclusividad.

esta es la historia
de la fundición
de la composición
de mundo
de un social
mente
sobrio
que acercó
el cuello
al filo
de la
abs
tracción.


2.
no hay
más allá
de la coyuntura

no hay más
que lo que
hay.

la existencia
por muy incompleta
muestra
capas
y capas
de comprensión.

no hay más allá
de lo aparecente
constantemente
difuminado
por la capri
chosa
imagi
nación.

lunes, 13 de junio de 2011

no hay tan sabrosa y caliente sensación
como la de hincar la dentadura entera
en el brazo de un antropólogo
fascinado con mi condición de canibal

miércoles, 1 de junio de 2011

:

calla, hijo,
calla y encalla
en las rocas
de la península
que supe construir.

calla, haz callo
tus posibilidades
cállalas, que no
desborden.

calla, callo,
encalla en mi penínsu
las rocas son mamas
las mamas son rocas
y la leche interminable
la leche no se agota
en mi península.

hijo,
calla, cálla
te perdono,
estás perdonado,
tomemos te
perdono, hijo,
toma té encallado
con interminable
leche.

calla, ven, no vayas,
calla, así, como ahora
que escuchas
la música de la península
cómo chocan las olas
contra las mamas
cómo grita el cielo
mientras
mamas.

calla
tus bobos impulsos
jóvenes, crees ver
y no ves nada
como yo
que a tu edad
ver creí
y nada ví.

mucho me costó
componer el sonido
del viento
de la mar
haciendo espuma
para que vos
la mees
joven engatusado
joven entusiasta
como yo
en aquel pasado
joven engatusada
joven entusiasta.

los espejismos, hijo,
inmateriales que admiras
no van a nada, solo a tristes
decepciones inmateriales
i materiales.

los espejismos, hijo,
materiales que decís
(te confundís,
como yo en
aquel pasado)
no admirar
van a triste materialidad
con la que construir
península propia
en que encallar
callar y hacer callo
posibilidades venideras
de jóvenes venideros
que como vos ahora
como yo anteriormente
serán engatusadamente
entusiastas.

lo inmaterial hazlo tuyo
¡calla!
y de tu diario íntimo
¡encalla!
sería un timo a tu existencia
¡haz callo!
creer y obrar en consecuencia
¡canalla!



mamá
(leche
(ja))