Acaricia la culata del arma y su funda. Fantasea con desnudarla, imagina tiros certeros, sangre de delincuentes.
Resguardado de la lluvia, en una estación de servicio, se parodia a sí mismo y a la totalidad de los uniformados. Tiene un marcado sobrepeso. ¿Cómo podría alcanzar a un criminal? Parece poco posible...
El, resguardado, coquetea con la empleada de la estación, que no sé si por entretenimiento, conveniencia o convicción, ríe sus comentarios socarrones y se queja del trabajo que le tocó en suerte.
De pronto entra un pibe con rastas, él posa la mano derecha sobre el arma, pero esta vez la apreta, listo para desenfundar. El rasta compra un chocolate, él apreta más fuerte, el rasta saluda cordialmente a la empleada y se retira, él relaja los músculos y sigue al rasta con los ojos. Se quiere asegurar que solo haya sido un chocolate. Mira a la empleada. Sonríe. Hace ojitos ridiculizando la frondoza cabeza del amable rasta. El, muy pelado, no da entidad al acontecimiento cultural. Pichulea un café. Sueña el acto heroíco y el reconocimiento de toda la comisaria.
Sale a la calle. Está lleno de miedo. Acaricia el arma. Se me ocurre que es un tipo peligroso. Se me ocurre que sus frustraciones pueden matar a quemarropa. Se me ocurre que vio muchas películas de acción y se embaló mal. Se me ocurre es un error de la sociedad. Se me ocurre que es un fantasma de nuestro propio mal obrar.
martes, 11 de febrero de 2014
La íntima armonía y el guiso universal
evoco la íntima armonía
para navegar el caos...
por eso dejarse impregnar,
por eso brindarse...
eligen la acción
por sobre la inacción,
están fértiles,
activos,
y
a la vez
a la espera...
¿de qué?
la fuerza
de todos
los condimentos
habidos
y por haber...
la íntima
armonía,
aquella
que va a
evaporar
toda ilusión
restrictiva,
toda niebla
integral...
para navegar el caos...
por eso dejarse impregnar,
por eso brindarse...
el cuerpo,
el espíritu,
actúan
fusionados...
eligen la acción
por sobre la inacción,
están fértiles,
activos,
y
a la vez
a la espera...
¿de qué?
de la primavera
que viene
a representar
la vez primera
que te ví,
en la que
el sol
se fundió
con mi Sí...
evoco
desde el pecho
la fuerza
para afrontar
la misión
de integrar
todo
con
todo...
hay
que ceder...
que no es
a retroceder...
ceder,
dar lugar,
otorgar
la posición,
mediante
la superación
del reducto
individual...
alcanzar
esa experiencia,
revestida
de transcendencia,
dejar
la carcel
del yo
para poder
ser condimento
del guiso universal
que solo
se puede cocinar
en la medida que
nos dejemos
mezclar,
que
salga
el jugo
para
componer
componer
algo más
a fuego
lento
jugo
de la reciprocidad,
del intelecto,
del afecto,
de la espiritualidad...
el guiso
universal
(que rige la norma
de todos los guisos
que cotidianamente
se engullan
en cualquier hogar)
no conoce
de purismos,
consiste
en la fundición
los condimentos
habidos
y por haber...
es decir,
los condimentos
predispuestos,
de toda temporalidad...
los que pudieron
sacar
su jugo,
los que quisieron,
los que se preguntaron,
lo que intentaron,
y comenzaron
a hurgar
en una intuición
tan alejada
de la educación
convencional...
nada de esto
nos enseñaron
en la escuela...
tuvimos
un seminario
de gastronomía
y nadie nos dijo
nada del guiso
universal...
nadie
nos advirtió
de nuestra
condición
de
potenciales
condimentos...
nadie lo dijo
y qué lamento...
yo
yo yo,
decía
la profesora...
y nosotros
la estábamos
viendo
presa
de sí misma
queriéndonos
enseñar
a cocinar...
evocola íntima
armonía,
aquella
que va a
evaporar
toda ilusión
restrictiva,
toda niebla
integral...
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