viernes, 16 de octubre de 2009

El episodio de Raúl, B, D y sus respectivas sombras.

Eran siete esperando: Juana, Gutiérrez, Violeta, Sandra, Marcos, Marta y Raúl.

El ascensor tardaba mucho.

Gutiérrez, Violeta y Marcos decidieron tomar las escaleras.

Raúl no supo qué elegir, así que subió, mitad por las escaleras (a esta mitad llamémosle B), mitad por el ascensor (a esta llamémosle D).

El viaje en ascensor fue de lo más normal; la travesía de las escaleras no: Gutiérrez se luxó un tobillo y B y Violeta se quedaron a socorrerlo mientras Marcos subía las escaleras para avisarle a los demás que no los esperen, que el testarudo de Gutiérrez estaba respirando hondo en el descanso del tercer piso para seguir con la escalada. En ese lapso, B miró a Violeta distinto y casi se enamoró.

Arriba, en el living de Julito, se encontraron B y D y encastraron en pocos segundos, mientras los demás aplaudían la llegada de Gutiérrez.

El desastre estuvo cerca: si B se enamoraba de Violeta, el intercambio de células de B, enamorado, y D, no enamorado o desvelado, hubiera generado una explosión en el interior de Raúl que hubiese pulverizado todo su contenido, entonces su piel habría caído al piso como una bolsa de arpillera, ya sin pelos, ojos ni uñas.

La sombra de B, comprendió el episodio y lo comentó con la sombra de D, pocos segundos antes de acoplarse. Una vez vuelta a ser sombra de Raúl, tembló entera imaginando la explosión. Julito lo notó y miró la lámpara que estaba ubicada del otro lado de Raúl. La sombra, que advirtió el movimiento de Julito, cerró los ojos y se limitó a seguir copiando los movimientos de Raúl. Y así sigue: a veces más larga, a veces más corta. Siempre al servicio de su majestad.

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