Acaricia la culata del arma y su funda. Fantasea con desnudarla, imagina tiros certeros, sangre de delincuentes.
Resguardado de la lluvia, en una estación de servicio, se parodia a sí mismo y a la totalidad de los uniformados. Tiene un marcado sobrepeso. ¿Cómo podría alcanzar a un criminal? Parece poco posible...
El, resguardado, coquetea con la empleada de la estación, que no sé si por entretenimiento, conveniencia o convicción, ríe sus comentarios socarrones y se queja del trabajo que le tocó en suerte.
De pronto entra un pibe con rastas, él posa la mano derecha sobre el arma, pero esta vez la apreta, listo para desenfundar. El rasta compra un chocolate, él apreta más fuerte, el rasta saluda cordialmente a la empleada y se retira, él relaja los músculos y sigue al rasta con los ojos. Se quiere asegurar que solo haya sido un chocolate. Mira a la empleada. Sonríe. Hace ojitos ridiculizando la frondoza cabeza del amable rasta. El, muy pelado, no da entidad al acontecimiento cultural. Pichulea un café. Sueña el acto heroíco y el reconocimiento de toda la comisaria.
Sale a la calle. Está lleno de miedo. Acaricia el arma. Se me ocurre que es un tipo peligroso. Se me ocurre que sus frustraciones pueden matar a quemarropa. Se me ocurre que vio muchas películas de acción y se embaló mal. Se me ocurre es un error de la sociedad. Se me ocurre que es un fantasma de nuestro propio mal obrar.
martes, 11 de febrero de 2014
La íntima armonía y el guiso universal
evoco la íntima armonía
para navegar el caos...
por eso dejarse impregnar,
por eso brindarse...
eligen la acción
por sobre la inacción,
están fértiles,
activos,
y
a la vez
a la espera...
¿de qué?
la fuerza
de todos
los condimentos
habidos
y por haber...
la íntima
armonía,
aquella
que va a
evaporar
toda ilusión
restrictiva,
toda niebla
integral...
para navegar el caos...
por eso dejarse impregnar,
por eso brindarse...
el cuerpo,
el espíritu,
actúan
fusionados...
eligen la acción
por sobre la inacción,
están fértiles,
activos,
y
a la vez
a la espera...
¿de qué?
de la primavera
que viene
a representar
la vez primera
que te ví,
en la que
el sol
se fundió
con mi Sí...
evoco
desde el pecho
la fuerza
para afrontar
la misión
de integrar
todo
con
todo...
hay
que ceder...
que no es
a retroceder...
ceder,
dar lugar,
otorgar
la posición,
mediante
la superación
del reducto
individual...
alcanzar
esa experiencia,
revestida
de transcendencia,
dejar
la carcel
del yo
para poder
ser condimento
del guiso universal
que solo
se puede cocinar
en la medida que
nos dejemos
mezclar,
que
salga
el jugo
para
componer
componer
algo más
a fuego
lento
jugo
de la reciprocidad,
del intelecto,
del afecto,
de la espiritualidad...
el guiso
universal
(que rige la norma
de todos los guisos
que cotidianamente
se engullan
en cualquier hogar)
no conoce
de purismos,
consiste
en la fundición
los condimentos
habidos
y por haber...
es decir,
los condimentos
predispuestos,
de toda temporalidad...
los que pudieron
sacar
su jugo,
los que quisieron,
los que se preguntaron,
lo que intentaron,
y comenzaron
a hurgar
en una intuición
tan alejada
de la educación
convencional...
nada de esto
nos enseñaron
en la escuela...
tuvimos
un seminario
de gastronomía
y nadie nos dijo
nada del guiso
universal...
nadie
nos advirtió
de nuestra
condición
de
potenciales
condimentos...
nadie lo dijo
y qué lamento...
yo
yo yo,
decía
la profesora...
y nosotros
la estábamos
viendo
presa
de sí misma
queriéndonos
enseñar
a cocinar...
evocola íntima
armonía,
aquella
que va a
evaporar
toda ilusión
restrictiva,
toda niebla
integral...
lunes, 27 de enero de 2014
El oriental
Tenía los ojos amplios, la piel parda, tarareaba canciones y movía los pies. El flequillo daba cuenta de cierta rusticidad de carácter, pero la terminación volada le otorgaba la ingenuidad de un niño que redescubre paulatinamente las condiciones a las que lo somete el mundo. Aparecía esporádicamente por casa. Nosotros, una asentada caravana, estamos en contacto permanente. Nuestros destinos estaban enlazados de antemano. Fue el tiempo el que dio paso a que acontezca lo preestablecido. Pero el oriental era particular... Como un pájaro que se acerca a juguetear, al rato vuela, se pierde y desvela, planea haciendo dibujos, llenando el cielo de siluetas, conociendo nuevos pelajes. Habiendo atravesado patios y patios, habiendo incorporado cantos y cantos, produce una síntesis técnico-temperamental. Así era él. Cuando aparecía representaba la condensación de todas las aventuras que había vivido desde su última aparición.
Esa tarde estábamos amasando pizza y entró. Abrió la reja y vino para el fondo. Tenía dos botellas con jugo de manzana. Nos ofreció. Tomé un trago y sentí el dulzor como un canal expandiéndose a lo largo y a lo ancho de mi cuerpo. Preguntó si podía sumarse a la cena. Dijimos que sí. Preguntó si faltaba comprar algo y se ofreció para esa tarea. Hicimos una lista. Volvió a los cuarenta y dos minutos. Practicó la minuciosidad a la hora de elegir las verduras.
Prendí el fuego. El oriental se acercó y me alcanzó una reposera. Me preguntó si quería tomar algo. Un vaso de cerveza, dije. Volvió con un vaso dorado para mí y con uno tinto para él. Se sentó. Con una ramita empezó a golpear el caño de su reposera sugiriendo un chamamé. Con la boca imitó el sonido de un acordeón. Pablo, Luisa, el Tano, Joaco, Emilia, Tito e Inés, acudieron también al llamado del fuego.
Se hizo de noche. El cielo y los árboles se oscurecieron. Las pizzas salieron doradas y bien proporcionadas. Comimos en silencio. La mayoría tirados sobre una manta.
Haciendo la sobremesa, Luisa pregunta al oriental:
- Che, ¿es verdad que te decimos así, porque de chico, cuando reías amplio tu cara se transformaba en un monedero doble?
- No.
- Ah, yo creía que sí.
- Creías errada, Luisita.
El Oriental sacó un cigarrillo.
-
Lo prendió. Cuando la punta estuvo naranja se lo dió a Luisa que lo pitó y lo echó a rodar. Uno a uno pasaron a sudar resplandecientes. El impacto del viento se tornó gozo. La mentes empezaron a flamear.
Tito y Emilia dieron lugar al canto. Inés los fue a acompañar. Sacó la guitarra, empezó a rasguear un ritmo deforme, de extraña tonalidad. Tito dijo que iba a cantarle a la noche a modo de saludo y nos invitó a participar, si lo creíamos oportuno.
- noche,
tu apertura,
en vos me arrojo
a buscar
cartas del futuro,
debilidad,
siento
que
en vos
puedo
encontrar
mi tonalidad
cromática
así como puedo
envenenarme
la piel
con tu fiebre
rapaz,
con la muerte
engulladora
en uno
de sus millones
de disfraces,
te pudre,
noche,
hoy,
conociendo
expectante
tu infinidad,
con respeto
te habito,
con devoción
te saludo,
en tí
voy a templar
mi ritmo
para sentir
un tiempo
que al reloj
le represente
un espejismo,
un holograma,
un fantasma,
que me habite
ese fantasma
y así
descansar
en tu negro
tronar.
aguuuuuuuuuu
aguuuuuu
aguuuuuuuuuuuuuuuu
uuuuuuuu
uuuuuuuuuuuuu
Ladró como un perro en reiteradas oportunidades, buscando la nota. Fue bajando el volúmen. Inés empezó a rasguear una chamarra. (Ella tenía la convicción que si su mente alcanzara la plena concentración el universo entero bailaría al son de sus uñas. Que por un momento todo se ordene a partir de su proposición). Del esmero se generó una ola sonora, y, sus amigos, desbordantes, llevaron el cuerpo en esa ola. El oriental sintió la energía erradiando de Inés. Cerró los ojos él también. Vio la espalda de una morena de trenzas. Una espalda contrastante del vestido celeste. Se movía lenta. Los homoplatos parecían haber adquirido independencia. Los músculos levemente activos y un bamboleo incesante. El oriental se paró, y, siempre con los ojos cerrados, se puso a danzar con el afán de acompañar dignamente a la morena de su pensamiento. Vio los pies. Descalza hacía un movimiento corto, casi imperceptible. Con la cadera marcaba golpes definidos. Punto y contrapunto cohabitando su cuerpo. El oriental se volvió digno de acompañar a la morena. Sus danzas se complementaban. ¡Qué lindo se lo veía al oriental! Como solo, pero tan acompañado. Los ojos de casi todos estaban posados en ellos. De pronto, el rasguido paró. La morena se deshizo, dejando en la cabeza del oriental un bordado celeste. Casi todos vieron el desvanecimiento de la acción. Inés respiró satisfecha por intentar generar una vez más el baile cósmico.
- ¿Te dicen oriental porque hacías Kung Fu cuando los demás jugaban al fútbol?- preguntó Luisa
- Nunca fui a Kung Fu y juego al fútbol regularmente.
- ¿Entonces por qué?
- Mi tio empezó con eso de oriental. Cuando era chico veraneaba con él en La Lucila. Todos los días me sentaba a meditar en la orilla del mar, o bien, adentro. Mi intención era dotarme de su energía imperecedera para andar aureático y salado. Ese tipo de gestos le llamaron la atención desde el principio. Cuando empecé a hablarle de la trascendencia del ego a través del pensamiento no dual, de la sílaba sagrada Om, del Ying-Yang, ahí corrió la bola que era oriental. El decía que a mí me había traído una grulla de Nepal. Un día sostuve: "Me agradaría ser un oriental en occidente, seguiría la naturaleza del principio superior: ser la gota de luz que habita toda oscuridad, o bien, el punto oscuro que habita toda luminosidad." A lo que mi tío respondió: "Al principio creí que eran delirios míos, pero sos tan oriental como las alfombras mágicas". Así seguí afrontando lo ilusorio, intentando ordenar armónicamente los elementos, tratando de ir más allá del mundo de los nombres y de las formas, añorando lo real como una esencia salvadora que va a brillar en el centro del corazón por obra de la mente.
- Pensé que era por los ojos de monedero pero te trajo una grulla de Nepal- respondió Luisa.
Todos empezamos a cantar a coro.
- Oriental
oriental,
punto en la luz,
gota en la oscuridad,
oriental,
oriental,
llanto en la risa,
risa en el llanto,
oriental,
oriental,
luna en el sol,
sol en la luna,
oriental,
oriental,
silencio en la voz,
voz en el silencio.
Tito sacó un cigarrillo.
- Los invito a degustar el amor de mi jardín. Propone un ser servicial que otorgue los frutos al almacén de la comunidad.
Lo prendió y me lo pasó. Pité dos veces y lo pasé. Sentí mi conciencia expandirse. Inés agarró la guitarra sigilosa. Sonó un aire de samba. Música de sufrimiento y celebración. Tito y Emilia jugaron coros. Inés cerró los ojos. Fue a buscar su propia síntesis universal. La muñeca y el sentimiento empezaron a moverse más. Volcó su fe, creyó más y más. Súbitamente se llenó de paz. Abrió los ojos. Lo había logrado. Vio danzar al universo. Gozó ver las partes y la totalidad de las partes referenciándose en su muñeca, inundados del temperamento de la samba: el fuego y nosotros flameando coreografeados por del cielo, donde las estrellas montaban nubes, atravesándolo a lo largo y a lo ancho. El pasto estirándose y contrayéndose. Todos los corazones del mundo como maracas acorazadas preservándose del dolor. Los pensamientos dañinos volviéndose transpiración, evaporándose.
Inés fue bajando el volúmen lentamente... Para cuando hizo silencio, todos estuvimos sentados, en silencio, asimilando la experiencia... Todos menos el oriental. Había desaparecido. Nos debatimos si se había ido con la morena de su pensamiento o si lo había pasado a buscar la grulla.
Esa fue la última vez que lo vimos. Cada vez que nos juntamos a comer espero que aparezca. Pero eso no ocurre. Me invaden a la vez paciencia y desesperación. Siento a la vez congoja y entusiasmo. Ya va a aparecer, ya se mostrará representando la condensación de las aventuras vividas desde la última aparición.
Esa tarde estábamos amasando pizza y entró. Abrió la reja y vino para el fondo. Tenía dos botellas con jugo de manzana. Nos ofreció. Tomé un trago y sentí el dulzor como un canal expandiéndose a lo largo y a lo ancho de mi cuerpo. Preguntó si podía sumarse a la cena. Dijimos que sí. Preguntó si faltaba comprar algo y se ofreció para esa tarea. Hicimos una lista. Volvió a los cuarenta y dos minutos. Practicó la minuciosidad a la hora de elegir las verduras.
Prendí el fuego. El oriental se acercó y me alcanzó una reposera. Me preguntó si quería tomar algo. Un vaso de cerveza, dije. Volvió con un vaso dorado para mí y con uno tinto para él. Se sentó. Con una ramita empezó a golpear el caño de su reposera sugiriendo un chamamé. Con la boca imitó el sonido de un acordeón. Pablo, Luisa, el Tano, Joaco, Emilia, Tito e Inés, acudieron también al llamado del fuego.
Se hizo de noche. El cielo y los árboles se oscurecieron. Las pizzas salieron doradas y bien proporcionadas. Comimos en silencio. La mayoría tirados sobre una manta.
Haciendo la sobremesa, Luisa pregunta al oriental:
- Che, ¿es verdad que te decimos así, porque de chico, cuando reías amplio tu cara se transformaba en un monedero doble?
- No.
- Ah, yo creía que sí.
- Creías errada, Luisita.
El Oriental sacó un cigarrillo.
-
Que enciendan
que iluminen la conciencia
con su don
las flores
que habitaron
mi jardín
mi jardín
resplandeciendo
en un sudor
lleno de libertad.
Lo prendió. Cuando la punta estuvo naranja se lo dió a Luisa que lo pitó y lo echó a rodar. Uno a uno pasaron a sudar resplandecientes. El impacto del viento se tornó gozo. La mentes empezaron a flamear.
Tito y Emilia dieron lugar al canto. Inés los fue a acompañar. Sacó la guitarra, empezó a rasguear un ritmo deforme, de extraña tonalidad. Tito dijo que iba a cantarle a la noche a modo de saludo y nos invitó a participar, si lo creíamos oportuno.
- noche,
tu apertura,
en vos me arrojo
a buscar
cartas del futuro,
debilidad,
siento
que
en vos
puedo
encontrar
mi tonalidad
cromática
así como puedo
envenenarme
la piel
con tu fiebre
rapaz,
con la muerte
engulladora
en uno
de sus millones
de disfraces,
te pudre,
noche,
hoy,
conociendo
expectante
tu infinidad,
con respeto
te habito,
con devoción
te saludo,
en tí
voy a templar
mi ritmo
para sentir
un tiempo
que al reloj
le represente
un espejismo,
un holograma,
un fantasma,
que me habite
ese fantasma
y así
descansar
en tu negro
tronar.
aguuuuuuuuuu
aguuuuuu
aguuuuuuuuuuuuuuuu
uuuuuuuu
uuuuuuuuuuuuu
Ladró como un perro en reiteradas oportunidades, buscando la nota. Fue bajando el volúmen. Inés empezó a rasguear una chamarra. (Ella tenía la convicción que si su mente alcanzara la plena concentración el universo entero bailaría al son de sus uñas. Que por un momento todo se ordene a partir de su proposición). Del esmero se generó una ola sonora, y, sus amigos, desbordantes, llevaron el cuerpo en esa ola. El oriental sintió la energía erradiando de Inés. Cerró los ojos él también. Vio la espalda de una morena de trenzas. Una espalda contrastante del vestido celeste. Se movía lenta. Los homoplatos parecían haber adquirido independencia. Los músculos levemente activos y un bamboleo incesante. El oriental se paró, y, siempre con los ojos cerrados, se puso a danzar con el afán de acompañar dignamente a la morena de su pensamiento. Vio los pies. Descalza hacía un movimiento corto, casi imperceptible. Con la cadera marcaba golpes definidos. Punto y contrapunto cohabitando su cuerpo. El oriental se volvió digno de acompañar a la morena. Sus danzas se complementaban. ¡Qué lindo se lo veía al oriental! Como solo, pero tan acompañado. Los ojos de casi todos estaban posados en ellos. De pronto, el rasguido paró. La morena se deshizo, dejando en la cabeza del oriental un bordado celeste. Casi todos vieron el desvanecimiento de la acción. Inés respiró satisfecha por intentar generar una vez más el baile cósmico.
- ¿Te dicen oriental porque hacías Kung Fu cuando los demás jugaban al fútbol?- preguntó Luisa
- Nunca fui a Kung Fu y juego al fútbol regularmente.
- ¿Entonces por qué?
- Mi tio empezó con eso de oriental. Cuando era chico veraneaba con él en La Lucila. Todos los días me sentaba a meditar en la orilla del mar, o bien, adentro. Mi intención era dotarme de su energía imperecedera para andar aureático y salado. Ese tipo de gestos le llamaron la atención desde el principio. Cuando empecé a hablarle de la trascendencia del ego a través del pensamiento no dual, de la sílaba sagrada Om, del Ying-Yang, ahí corrió la bola que era oriental. El decía que a mí me había traído una grulla de Nepal. Un día sostuve: "Me agradaría ser un oriental en occidente, seguiría la naturaleza del principio superior: ser la gota de luz que habita toda oscuridad, o bien, el punto oscuro que habita toda luminosidad." A lo que mi tío respondió: "Al principio creí que eran delirios míos, pero sos tan oriental como las alfombras mágicas". Así seguí afrontando lo ilusorio, intentando ordenar armónicamente los elementos, tratando de ir más allá del mundo de los nombres y de las formas, añorando lo real como una esencia salvadora que va a brillar en el centro del corazón por obra de la mente.
- Pensé que era por los ojos de monedero pero te trajo una grulla de Nepal- respondió Luisa.
Todos empezamos a cantar a coro.
- Oriental
oriental,
punto en la luz,
gota en la oscuridad,
oriental,
oriental,
llanto en la risa,
risa en el llanto,
oriental,
oriental,
luna en el sol,
sol en la luna,
oriental,
oriental,
silencio en la voz,
voz en el silencio.
Tito sacó un cigarrillo.
- Los invito a degustar el amor de mi jardín. Propone un ser servicial que otorgue los frutos al almacén de la comunidad.
Lo prendió y me lo pasó. Pité dos veces y lo pasé. Sentí mi conciencia expandirse. Inés agarró la guitarra sigilosa. Sonó un aire de samba. Música de sufrimiento y celebración. Tito y Emilia jugaron coros. Inés cerró los ojos. Fue a buscar su propia síntesis universal. La muñeca y el sentimiento empezaron a moverse más. Volcó su fe, creyó más y más. Súbitamente se llenó de paz. Abrió los ojos. Lo había logrado. Vio danzar al universo. Gozó ver las partes y la totalidad de las partes referenciándose en su muñeca, inundados del temperamento de la samba: el fuego y nosotros flameando coreografeados por del cielo, donde las estrellas montaban nubes, atravesándolo a lo largo y a lo ancho. El pasto estirándose y contrayéndose. Todos los corazones del mundo como maracas acorazadas preservándose del dolor. Los pensamientos dañinos volviéndose transpiración, evaporándose.
Inés fue bajando el volúmen lentamente... Para cuando hizo silencio, todos estuvimos sentados, en silencio, asimilando la experiencia... Todos menos el oriental. Había desaparecido. Nos debatimos si se había ido con la morena de su pensamiento o si lo había pasado a buscar la grulla.
Esa fue la última vez que lo vimos. Cada vez que nos juntamos a comer espero que aparezca. Pero eso no ocurre. Me invaden a la vez paciencia y desesperación. Siento a la vez congoja y entusiasmo. Ya va a aparecer, ya se mostrará representando la condensación de las aventuras vividas desde la última aparición.
mi panza y vos (canción)
cuando me dijeron
que ibas a venir
mi panza celebró
tal acontecimiento…
en ella aparecieron
mariposas
libradas
libradas
al viento
apareció
un circo
un circo
con monos azules
y un elefante marino
que vuela
que vuela
por las nubes
quiso aparecer también
todo adentro
adentro
de mi panza
un perrito
bien vestido
predicando
la esperanza
digo:
ay ay qué casualidad
vos tan linda y yo acá
ay ay qué casualidad
mi voluntad es cantarte
nos conocimos
en una estación,
nos hablamos
por algo intrascendente
nos subimos
al mismo vagón
pasó un petiso
y me empujó muy fuerte…
vos dijiste
que en el mundo
hay cierta hostilidad
latente
y que tenías
un capullo en el pecho
que te hacía
te hacía
transparente
te pregunté
si me lo prestabas
dijiste
imposible
argumentaste
que era algo personal
y que yacía
muy sensible
retrucaste
además
ese es el rollo
de la historia
atravesar
de lo visible
a lo invisible
la línea la línea
divisoria
digo:
ay ay qué casualidad
vos tan linda y yo acá
ay ay qué casualidad
mi voluntad es cantarte
te pedí que te explayaras
sobre la hostilidad
que al principio
señalaste
suspiraste
bien profundo
y los ojos
los ojos
cerraste
me dijiste
hay una parte
de los seres
vivientes
recluídos
en la sombra
añorando
lo aparente
predicando
la separación
sembrando
el desconsuelo
saboreando el terror
ejercido
en este suelo
pero nosotros
vos sabés
somos algo
diferente
nos amparamos
en la luz
y reclutamos a la gente
digo:
ay ay qué casualidad
vos tan linda y yo acá
ay ay qué casualidad
mi voluntad es cantarte
antes de bajar del tren
me hablaste
de la paz interna
de cierta realización
que se siente
de la cabeza
a las piernas
evocaste
una actitud
cada uno
y sus acciones
tu destino
sos vos mismo
se entreteje
en tus sensaciones
yo estaba
sintiendo amor
despacito involuntario
a la vez
que había abierto mi mente
a todo estímulo
aledaño
así se fundió tu voz
con las ficciones
de mi panza
y cada vez
que sé
que te voy a ver
mi organismo
se rebalsa
digo:
ay ay qué casualidad
vos tan linda y yo acá
ay ay qué casualidad
mi voluntad es cantarte
que ibas a venir
mi panza celebró
tal acontecimiento…
en ella aparecieron
mariposas
libradas
libradas
al viento
apareció
un circo
un circo
con monos azules
y un elefante marino
que vuela
que vuela
por las nubes
quiso aparecer también
todo adentro
adentro
de mi panza
un perrito
bien vestido
predicando
la esperanza
digo:
ay ay qué casualidad
vos tan linda y yo acá
ay ay qué casualidad
mi voluntad es cantarte
nos conocimos
en una estación,
nos hablamos
por algo intrascendente
nos subimos
al mismo vagón
pasó un petiso
y me empujó muy fuerte…
vos dijiste
que en el mundo
hay cierta hostilidad
latente
y que tenías
un capullo en el pecho
que te hacía
te hacía
transparente
te pregunté
si me lo prestabas
dijiste
imposible
argumentaste
que era algo personal
y que yacía
muy sensible
retrucaste
además
ese es el rollo
de la historia
atravesar
de lo visible
a lo invisible
la línea la línea
divisoria
digo:
ay ay qué casualidad
vos tan linda y yo acá
ay ay qué casualidad
mi voluntad es cantarte
te pedí que te explayaras
sobre la hostilidad
que al principio
señalaste
suspiraste
bien profundo
y los ojos
los ojos
cerraste
me dijiste
hay una parte
de los seres
vivientes
recluídos
en la sombra
añorando
lo aparente
predicando
la separación
sembrando
el desconsuelo
saboreando el terror
ejercido
en este suelo
pero nosotros
vos sabés
somos algo
diferente
nos amparamos
en la luz
y reclutamos a la gente
digo:
ay ay qué casualidad
vos tan linda y yo acá
ay ay qué casualidad
mi voluntad es cantarte
antes de bajar del tren
me hablaste
de la paz interna
de cierta realización
que se siente
de la cabeza
a las piernas
evocaste
una actitud
cada uno
y sus acciones
tu destino
sos vos mismo
se entreteje
en tus sensaciones
yo estaba
sintiendo amor
despacito involuntario
a la vez
que había abierto mi mente
a todo estímulo
aledaño
así se fundió tu voz
con las ficciones
de mi panza
y cada vez
que sé
que te voy a ver
mi organismo
se rebalsa
digo:
ay ay qué casualidad
vos tan linda y yo acá
ay ay qué casualidad
mi voluntad es cantarte
jueves, 9 de enero de 2014
un hilo transparente
el niño preguntó al tío:
- ¿se puede, de alguna forma, ver el amor?
el tio respondió:
- pensá un hilo transparente que enlaza, atrae, desplaza, lenta, gradualmente, al justo medio... visualizá dos personas, y, entre ellos, la diferencia. ondulando por el rincón de la pantalla, entra en escena el amor. no se ve, es lo invisible. emite un sonido parecido al silencio, cantador.
la diferencia empieza a rebotar como si hubiese un terremoto, se agrieta, rompe, de adentro sale un hilo fluorescente que siguiendo el encanto comienza a ondular... no ve nada, oye un casi silencio y lo va a buscar, enfila, y, cuando se da el encuentro, se funde, se vuelve transparente, se anexa al hilo salvador.
las columnas vertebrales empiezan a ondular, es ahora el hilo el que se acerca a ellas, acudiendo a su llamado, borrándolas del mundo de lo aparente, cargándolas de una sensación tan intensa, tan gozosa que todos los rasgos se aflojan. en sus espaldas sienten ahora ríos de agua fresca que suben y bajan, otorgándoles vitalidad y buenaventuranza.
esa es la experiencia de dos amantes que han superado la diferencia por causa de su amor.
el niño permaneció impertubable, fue a decir algo y se calló... preparó una leche chocolatada. la bebió mirando por la ventana... volvió y dijo a su tio:
-
el tío sonrió.
- ¿se puede, de alguna forma, ver el amor?
el tio respondió:
- pensá un hilo transparente que enlaza, atrae, desplaza, lenta, gradualmente, al justo medio... visualizá dos personas, y, entre ellos, la diferencia. ondulando por el rincón de la pantalla, entra en escena el amor. no se ve, es lo invisible. emite un sonido parecido al silencio, cantador.
la diferencia empieza a rebotar como si hubiese un terremoto, se agrieta, rompe, de adentro sale un hilo fluorescente que siguiendo el encanto comienza a ondular... no ve nada, oye un casi silencio y lo va a buscar, enfila, y, cuando se da el encuentro, se funde, se vuelve transparente, se anexa al hilo salvador.
las columnas vertebrales empiezan a ondular, es ahora el hilo el que se acerca a ellas, acudiendo a su llamado, borrándolas del mundo de lo aparente, cargándolas de una sensación tan intensa, tan gozosa que todos los rasgos se aflojan. en sus espaldas sienten ahora ríos de agua fresca que suben y bajan, otorgándoles vitalidad y buenaventuranza.
esa es la experiencia de dos amantes que han superado la diferencia por causa de su amor.
el niño permaneció impertubable, fue a decir algo y se calló... preparó una leche chocolatada. la bebió mirando por la ventana... volvió y dijo a su tio:
-
transparente,
ondulante,
vino el amor
a salvar
la diferencia...
espolvoreó
su última
esencia
y todo
lo encauzó...
en la alegría
atómica
surca
el espacio,
y siempre
viene
entrando
por la esquina
del cuadro
si lo convoca
la plegaria
íntima
del corazón...
el tío sonrió.
el Juicio Celeste
cuando me someta
al Juicio Celeste,
bromearé
con la Divinidad:
"Juzgadme por los bailes que bailo"
y
ella
pícara
me mirará,
hara una mueca
agridulce,
empezará
a marcar palmas:
claves
mestizas
con sutiles
variaciones...
prometo
mover
pies,
rodillas,
cadera,
cintura,
columna
v
e
r
t
e
b
r
a
l
cuello,
hombros,
lengua,
orejas...
lengua,
orejas...
los
pensamientos
ejecutarán
la danza
universal
que consta
en dejarse
llevar...
el afecto
nadará
el oleaje
de tambores
sugeridos
en los relieves
de las palmas
del Señor...
ahí mismo
se aquieta
la respiración,
descansan
los sentidos,
todo
es ensoñación,
disminuye
el volúmen
de las palmas,
se aleja
el oleaje
de tambores
sugeridos,
sugeridos,
(cientos
de miles
de peregrinos
cuya piel
se ha transformado
en cuero
por mímesis
con el parche),
la despedida
sincopada
propone
movimientos
osados,
hombrazos
yendo al cielo,
rotaciones
de rodillas...
los tambores
cada vez
más lejos,
el Señor
jugando
un silencio
cadencioso...
......
...
...
..
.
después
de todo
se escucha
el mar...
y todo
se impregna
de su templanza...
martes, 3 de diciembre de 2013
Tu nombre
en los intersticios
del afecto y la razón,
tu nombre.
te escondés
en lo fantasmal,
te mostrás
en lo simple:
todo
está
teñido.
todo
llama
desde
el vacío.
carga
un contenido
desbordante:
del afecto y la razón,
tu nombre.
en lo sugerible
en lo inmanifestado,
tu nombre.
imborrable
imperecedero...
no en las cosas...
en los intersticios
de las cosas...
te escondés
en lo fantasmal,
te mostrás
en lo simple:
todo
está
teñido.
todo
llama
desde
el vacío.
carga
un contenido
desbordante:
el silencio
ensordece
de tan fuerte,
la perfección
de la ausencia
te vuelve
más y más
presente,
hay una pulsión
que no quiere
parar
en la memoria,
en el pensamiento,
en el escarnio
hecho sueño,
en la sensación
de que todo
vuelve a
pasar
y nada.
la sensación
de no escapatoria.
de laberinto con techo.
diecinueve veces
lloré tu canción,
la número veinte
sonreí.
el filo
de mi sonrisa
me tajeó la voz:
andando
en cuero
en biciclieta
el otro día
regado por el sol
tal es mi sueño
tal es mi desconsuelo
sentía
que me regabas
voz
tal es mi vigilia
tal es mi consuelo
pedaleando
un barrio
en cuero
me regabas
vos
:
en cada fuego
en cada piel
en cada momento menor
en cada pena
en cada persona vieja
en cada persona nueva
en cada plato de arroz
en cada casa en la playa
en cada plaza
en cada monumento a la bandera
en cada proyección del futuro
en cada cuento
en cada persona que desconfía
en cada persona que fía y no le devuelven
en cada persona que ejercita la filosofía
en cada sueño
en cada tía
en cada silla desplegable
en cada castillo inflable
en el milhojas de papas
en la ensalada
en el verso del poeta famoso
en el gruñido del oso
en un solo de guitarra memorable
en un solo de bateria olvidable
en cada salto al vacío
en cada desafío
en cada famoso que sufre un final trágico
en cada casita de chapa
en cada orquídea florida
en cada cactus rugoso
en cada despedida
en cada esquina
en cada escisión arbitraria
en cada ilusión
en cada botella
en cada luz
en cada canto
en cada pájaro
en cada ay qué linda ay qué linda ay qué linda es la vida
en cada cómo duele cómo duele cómo duele ay la vida
en cada cómo duele cómo duele cómo duele ay la vida
en cada cómo llegué acá cómo llegué acá
en cada cómo pasó todo esto
en cada paso dado de frente o de costado
en cada vez que me bañe el sol
en cada por qué
en cada pero
en cada ¿y?
en cada...
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